· Creemos y afirmamos que la autoridad
de las Sagradas Escrituras, por la que ellas deben ser creídas y obedecidas, no
depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino exclusivamente del
testimonio de Dios (quien en sí mismo es la verdad), el autor de ellas; y deben
ser creídas, porque son la Palabra de Dios. (2 Pedro 1:19,21; 2 Timoteo 3:16; 1
Juan 5:9; 1 Tes. 2:13.) proviene de la obra del Espíritu Santo, quien da
testimonio a nuestro corazón con la palabra divina y por medio de ella. (1 Juan
2:20,27; Juan 16:13,14; 1 Corintios 2:10,11; Isaías 59:21) 1 Timoteo 3:15.
Creemos y afirmamos que el consejo completo de Dios tocante a todas
las cosas necesarias para su propia gloria y para la salvación, fe y vida del
hombre, está expresamente expuesto en las Escrituras, o se puede deducir de
ellas por buena y necesaria consecuencia, y a esta revelación de su voluntad,
nada ha de añadirse, ni por nuevas relaciones del Espíritu, ni por las
tradiciones de los hombres. (2 Timoteo 3:15-17; Gálatas 1:8,9; 2 Tes. 2:2.)
Sin embargo, confesamos que la iluminación interna del Espíritu de
Dios es necesaria para que se entiendan de una manera salvadora las cosas
reveladas en la Palabra, (Juan 6:45; 1 Corintios 2:9-12) y que hay algunas
circunstancias tocantes a la adoración de Dios y al gobierno de la iglesia,
comunes a las acciones y sociedades humanas, que deben arreglarse conforme a la
luz de la naturaleza y de la prudencia cristiana, pero guardando siempre las
reglas generales de la Palabra que han de observarse siempre. (1 Corintios
11:13,14, y 14:26,40.)
Creemos y
afirmamos que la regla infalible para interpretar la Biblia, es la Biblia
misma, y por tanto, cuando hay dificultad respecto al sentido verdadero y pleno
de un pasaje cualquiera (cuyo significado no es múltiple, sino uno solo), éste
se debe buscar y establecer por otros pasajes que hablen con más claridad del
asunto. (Hechos 15:15,16; 2 Pedro 1:20,21)
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